No hay historias pequeñas, solo ojos pequeños

Este 3 de mayo, como todos los años, se conmemora el día de la Libertad de Prensa. Mucho que reivindicar en un contexto difícil para la sociedad en general, que vive en un ambiente de crispación muy acuciante, y para la credibilidad de los medios de comunicación en particular, que, en demasiadas ocasiones, alimentan esa crispación alejándose de lo verdaderamente importante: la esencia y la veracidad de cada historia que cuentan. Por pequeña que sea.
Hace unos días, en el obituario escrito por María Ramírez al periodista David Beriain -asesinado junto al reportero gráfico Roberto Fraile en Burkina Faso mientras hacían un reportaje- leí que Beriain, un periodista de raza que se había jugado el tipo en países de medio mundo, había montado una pequeña productora a la que había llamado “93 metros”. Y la llamó así porque esos eran exactamente los metros de distancia que separaban la puerta de la casa de su abuela Juanita del banco de la iglesia donde rezaba. “Mi abuela no salía de ahí, nunca, jamás”, explicaba. Por eso llamó así a su productora, para no olvidarse nunca de que las historias más grandes están en los lugares más pequeños. “Solo hay que darse cuenta de que a la vuelta de cada esquina siempre hay algo que contar. Porque no hay historias pequeñas, solo ojos pequeños. A mi abuela le bastaron noventa y tres metros para encontrar su verdad”, decía.
Por eso, y en esta situación más que nunca, lo que le hace falta a la sociedad y también a los medios de comunicación (que no son más que un reflejo de esta) es volver la vista a esas pequeñas grandes historias. A las que tienen matices, a las que ayudan a converger, a las que buscan puntos de encuentro, a las que ayudan a ponerse en la piel del otro y, lo más importante, a las que nos hacen huir del odio y el encabronamiento general en el que estamos sumidos desde hace muchos meses.
Volvamos a esas historias que ayudan a que todos abramos un poquito más nuestros pequeños ojos.
Esther Aniento, periodista. Coordinadora de Zafarache.