El virus no coge vacaciones
Después de los tiempos de reclusión por culpa de la pandemia, mucha gente se ha tirado a la calle descuajaringada, sin miedo, como si tuvieran la certeza de que el virus tiene las mismas ganas que ellos de coger vacaciones e irse lejos, muy lejos.
Pero mucho me temo, queridos lectores, que si algo ha demostrado este virus que nos rompió la vida hace más de tres meses es que lo lejos puede acabar estando muy cerca y que no hay frontera capaz de protegernos de un ‘bicho’ que nos hace a todos igual de vulnerables.
Por eso, porque todos somos tan fuertes como nuestro contacto más débil, bajar la guardia es un error, el mayor que podemos cometer. Porque nunca tuvimos tantas ganas de abrazar, besar, salir o bailar, pero tampoco nunca pudo salirnos tan caro.
Nunca imaginamos un verano sin fiestas en nuestros pueblos o sin que un evento con mucha gente no fuera sinónimo de éxito absoluto. Nunca pensamos que la “distancia de seguridad” fuera algo que hubiera que guardar con los más queremos, ni que las mascarillas fueran a convertirse en nuestro complemento más indispensable (¿os acordáis cuando veíamos a los chinos por la tele con mascarilla todos los inviernos y pensábamos que eran unos seres muy peculiares?).
Esa ‘antigua normalidad’ que tanto añoramos (que hay que reconocer que era mejor que esta ‘nueva’) volverá, sí, pero no podemos pensar que ya está aquí. Hemos pasado semanas terribles y nos hemos dejado a cerca de 30.000 compatriotas por el camino. Por eso, por todos los que nos faltan, y también por todos los que se han dejado la piel en la primera línea de esta crisis, no podemos relajarnos ahora. Tenemos que mantener la guardia alta y sed responsables durante un poquito más de tiempo. Se lo debemos.
Esther Aniento. Periodista. Coordinadora de Zafarache
