Solo ‘estar’ ya es mucho

Desde que era muy pequeña, he escuchado de forma recurrente eso de que los amigos de verdad se cuentan con los dedos de una mano y también eso de que la calidad de tus amigos se conoce en los malos momentos.
Sin embargo, yo siempre he pensado que la cantidad y la calidad de los amigos de cada uno tiene que ver más bien con el esfuerzo y el interés que uno ponga en cuidarlos. Tanto cuando a uno le va bien como cuando no. Porque la amistad no se mide en años, sino más bien en momentos compartidos. Pero solo una amistad fraguada a base de buenos momentos – con risas, con chupitos a deshoras y con algún secreto inconfesable de por medio- puede estar a la altura en los momentos malos.
Otra de las tonterías que se cuentan sobre la amistad es eso de que uno elige a sus amigos porque son gente que piensa lo mismo -o parecido- sobre las mismas cosas. Todo lo contrario. Yo diría que la verdadera amistad consiste en discutir, en confrontar. A veces, en ciertos ambientes, iniciar una discusión puede verse como una declaración de guerra. Y yo -salvo que te dediques a la política mediocre que vive del enfrentamiento oportunista- siempre lo he visto más como una declaración de amistad. Algo más en plan: Si utilizo mi tiempo en discutir contigo, es porque somos algo más que desconocidos, porque nos importamos el uno al otro. Y porque hay algo que ninguno de los dos tendremos por mucho que discutamos: razón. Porque eso siempre es así: Nunca se tiene la razón del todo.
Por eso, justo por eso, los amigos de verdad no son los que te dan la razón en todo, sino los que cogen el teléfono y te echan la bronca. Y te dicen cosas que nadie más te podría decir. Sin filtro. Pero no para hacerte daño. Sino porque te quieren, porque se preocupan por ti. Porque, una vez más, no están de acuerdo contigo y te lo van a hacer saber con toda su crudeza. Sin empatía fingida, pero, al mismo tiempo, trasladándote la certeza de que seguirán estando siempre ‘ahí’. Aunque tú decidas no hacerles caso y pasar de sus consejos.
Porque lo mejor de la amistad consiste en pasar buenos ratos con tus amigos y compartir muchas cosas buenas y muchas discusiones constructivas. Para que cuando lleguen los ratos malos -que siempre los hay- ellos sepan que tienen la obligación y la libertad de decirte las cosas sin filtro alguno. Y tú sepas que, sigas sus consejos o no, siempre tendrás a alguien que haga lo más difícil: estar. Porque eso ya es mucho. Y porque -aunque los problemas más graves no desaparezcan por el mero hecho de tener amigos que te repitan que “todo irá bien”- todo mejora siempre un poco tras una cerveza y un buen abrazo.
Esther Aniento. Periodista. Coordinadora de Zafarache