Solo amigos. ¿Solo? ¿Y te parece poco?

Hay un gran vacío en la amistad entre hombres y mujeres heterosexuales. Un vacío que no es anecdótico, sino que se alimenta una y otra vez de la misma idea: Los hombres y las mujeres NO pueden ser amigos. Me lo han repetido tantas veces a lo largo de mi existencia, que a veces hasta yo misma he empezado a dudarlo.
Lo creáis o no, he pensado mucho en esto en varios momentos de mi vida, sobre todo en aquellos en los que mis amigos chicos me han confesado que sus novias sentían celos por nuestra amistad y mucho temor ante la posibilidad de que hubiera ‘algo más’. Estas situaciones suelen terminar casi siempre en un alejamiento progresivo del amigo -cuya prioridad es conservar a su novia- o, peor aún, en un ocultamiento público de que esa amistad continúa, algo que convierte lo hasta entonces normal en secreto y el secreto en algo difícil de explicar si se descubre.
Ya perdonaréis que me ponga tan intensa, pero estos días hace 12 años que perdí para siempre a alguien que era importante. Una pérdida que continúo teniendo clavada como una espina. Un amigo “íntimo” que le acabó comprando a su novia el argumento de que la intimidad entre un hombre y una mujer solo puede existir a través del sexo o dentro de una relación de pareja. Pero él y yo no teníamos ninguna de las dos cosas. Nuestra relación era una amistad calcada a la que pueden tener dos amigas que se tienen confianza y se cuentan las cosas. Pero lo cierto es que, incomprensiblemente, cuando eso sucede entre dos personas de distinto sexo -y ambas son heterosexuales- todas las alarmas sociales saltan. A nadie le sorprende que una chica quede con una amiga a tomar un café porque necesita consejo o, simplemente, para echarse unas risas y unas cañas, pero si esa amiga es un amigo algo deja de cuadrar, sobre todo si uno de los dos (o ambos) tienen pareja. ¿Para qué querrán quedar a solas? ¿Qué se querrán contar? ¿Estarán liados?
Este comportamiento nos acompaña durante toda nuestra vida, pero yo creo que tiene su origen en la adolescencia. En esa etapa, los chicos se separan de las chicas y empiezan a competir con sus amigos. En ese momento, tener una amiga (y no intentar follársela) es para sus iguales sinónimo de ser marica. Porque ya se sabe que un hombre es más hombre cuanto más sexo (heterosexual) cuente que tiene, y una mujer es más mujer cuanto menos sexo (en general) cuente o se sepa que tiene.
De esta forma, los chicos suelen crecer sin conseguir tener vínculos realmente profundos. Porque, descartada la amistad con las chicas, lo que les queda es una amistad exclusivamente masculina en la que hablar de uno mismo y de sentimientos vuelve a ser, otra vez, sinónimo de ser marica. ¿Y cuál es entonces el único lugar en el que los hombres pueden expresarse? Pues con sus novias. Unas novias que en muchas ocasiones acaban convirtiéndose en madres, terapeutas y tablas de salvación de unos hombres que son igual de vulnerables que nosotras, ni más ni menos, pero que no pueden demostrárselo a sus amigos, porque eso les haría menos hombres, y, por supuesto, maricas.
Y es que no deja de ser curioso e incomprensible que, en una sociedad tan profundamente enferma y vulnerable como la nuestra, el vínculo de la amistad sea tan subsidiario. “Son solo amigos”, se suele decir. Y yo siempre pienso lo mismo: “¿Solo? ¿Te parece poco? ¿Se puede ser algo más?”.
Pero lo cierto es que hay una regla no escrita que considera que los vínculos “importantes” son la pareja y la familia, y se menosprecia así a los amigos, a pesar de que son relaciones que se eligen (no como las familiares) y de que están exentas de muchas de las cargas e intensidades que implican las relaciones de pareja.
Por eso, porque la amistad es -o puede ser- algo complejo, profundo y hermoso, y, también, porque este mundo enfermo necesita mucho todas esas cosas, ojalá pronto aprendamos a colocarla en el lugar que se merece.
Ojalá hombres con más amigas. Mujeres con más amigos.
¿Solo amigos?
Claro.
¿Qué más se puede pedir?
Esther Aniento. Periodista. Coordinadora de Zafarache