Reflexiones postvacacionales acerca del desarrollismo “verde”
“Pasos mudos sobre una tierra de ceniza y desolación. Mucho cuidado. Salvemos nuestra tierra. PRECAUCIÓN”.
Con estas palabras despedíamos el artículo del mes de julio y, lamentablemente, no ha sido un buen verano en lo que a incendios forestales se refiere. Eso sí, resaltar que, en lo referente a la Comarca de la Ribera Baja, ha sido un verano digamos que no malo, en relación a los pocos conatos de incendio sufridos en los meses estivales.
Como apunte, decir que, a fecha de 20 de agosto (esperemos que no aumente mucho hasta final de verano) España es el territorio de la Unión Europea con mayor superficie quemada a causa de los incendios forestales, con 288.297 hectáreas arrasadas. Ahí es nada.
Sin duda, queda mucho trabajo por hacer. Fuera de tertulias matutinas, simplistas y populistas, el escenario en el que nos encontramos en lo concerniente a los incendios forestales presenta múltiples aristas. Las fórmulas y soluciones efectistas e ingenuas no son el remedio mágico que debemos adoptar. El monte está sucio…, no nos dejan cortar nada…, el ganado ya no entra…, etc., etc. Todo esto, y perdonad la expresión, ya no “cuela”. A pesar de la machacona martingala que, desde determinados medios de comunicación, como si de un mantra se tratara, se sigue dando día sí y día también. Aquí hay demasiadas cosas en juego, muy importantes, personales, económicas y motivaciones morales que, como personas humanas civilizadas deberíamos tener en cuenta, ya no solo por nosotros mismos, sino por las generaciones venideras. Esto es, en síntesis, el meollo de lo que se entiende por desarrollo sostenible. Es por ello que, en el capítulo de hoy, me gustaría reflexionar acerca de ese desarrollo sostenible convertido en desarrollismo disfrazado de energías verdes, renovables o energías “limpias”.
Pero, primero vamos a ver la diferencia entre unos términos que pueden parecer sinónimos y desde luego no lo son. El término desarrollo hace referencia al crecimiento económico y humano; aumentando la producción, aumenta el consumo y con ello el progreso y la elevación integral de la condición humana. Esto lo tenemos todos claro.
Desarrollo sostenible se correspondería con un tipo de desarrollo que, desde un punto de vista global, propugna un desarrollo económico y humano armónico con el medio que nos rodea, con un ritmo de crecimiento pausado, de forma que puedan integrarse en él tanto las sociedades urbanas como las rurales, teniendo presente que no deben agotarse los recursos ni para nosotros, ni para las generaciones venideras.
Ahora, el desarrollismo que nos están vendiendo y metiendo con calzador del 38 con etiquetas de marketing del tipo “energías verdes” o “energías renovables”, en el que nos encontramos inmersos en buena parte de nuestra geografía, en origen hace referencia a teorías económicas que propugnan la imperiosa necesidad de que la economía crezca indefinidamente, entendiendo por ese crecimiento indefinido la acumulación incesante de bienes y servicios, con el apoyo de las tecnologías, organizando y potenciando la ambición humana. Se tiende a pensar que, cuanto más desarrollismo y crecimiento más feliz será el hombre moderno, identificando -y confundiendo a mi modo de ver- a la felicidad con calidad de vida. Este tipo de crecimiento económico, que no medioambiental, y ni mucho menos sostenible, tiende a despreciar o, cuando menos, a no tener en consideración el medio rural, la naturaleza, las especies naturales y las biocenosis que se producen en nuestros ecosistemas, sin caer en la cuenta de que todo ello forma parte de nuestro medio vital humano. Que lo uno no puede ir sin lo otro. Siendo fuente de desigualdades entre las personas, entre pueblos y ciudades, por lo limitado del acceso a ese maná tecnológico.
Dejaré un apunte. En artículos recientes aparecidos en prensa (julio de este año), se informaba de que en Aragón se produce el 150% de la energía eléctrica que consume con fuentes de origen renovable (datos energéticos recogidos en el Boletín de Coyuntura Energética de 2021). Entonces…, ¿qué pasa con ese excedente? Pues que se vende y se saca hacia comunidades autónomas vecinas, mientras que nosotros sacrificamos a nuestras especies y hábitats naturales y rurales, cosiendo el territorio con molinos, paneles solares, plantas de biomasa, … amén de la proliferación de macrogranjas de ganado en intensivo, cuyos lixiviados provocan el deterioro y la insalubridad de nuestros ríos y acuíferos y, por ende, de los territorios anexos a muchos kilómetros a la redonda.
¿De verdad que esto es lo que queremos para nosotros, para nuestros hijos y nietos? ¿es esto lo que nos da la felicidad? ¿tenemos futuro los seres humanos con este tipo de sociedades en donde se priman estas acciones en perjuicio de la naturaleza y de nuestro entorno?
Estas son solamente algunas preguntas vagas a vuela pluma para reflexionar y pensar calmadamente, después del periodo estival y de unas –merecidas- vacaciones. Quizá haya que empezar a cambiar el chip, …. o no.
Javier Blasco
Agente para la Protección de la Naturaleza de la Comarca Ribera Baja del Ebro y naturalista