Teresa Roche: El arte de contar emociones con el pincel

Entre el 23 de septiembre y el 9 de octubre, el convento de los Franciscanos de Pina pudo disfrutar de una de esas exposiciones que no dejan indiferente. Por eso fueron muchas las personas que acudieron a verla una, dos y hasta tres veces. Y, por eso también, todo el que acudió no dejó de recomendarla cuando salió de ver esos 32 cuadros en óleo sobre lienzo, todos ellos de gran formato, con temática variada, pero con un claro predominio de la figura.
La autoría de esta muestra que cautivó esos días a los cientos de personas que pasaron por el claustro del convento de Pina no hay que buscarla lejos, ya que son los pinceles de la pintora gelsana Teresa Roche los que han dado forma a esta colección en los últimos cuatro años.
“No sé si me esperaba tanto. Ha tenido una acogida maravillosa, y hay varios cuadros que están vendidos. Pero, sin duda, lo mejor es que hay mucha gente que, tras verla, me ha dicho que ha conectado con los cuadros de tal manera que se ha imaginado una historia propia de las personas que aparecen en ellos. Y eso es lo mejor que le pueden decir a un pintor, porque significa que el cuadro tiene alma”, explica Teresa.
La muestra se llama ‘…A mi madre’, un nombre que no es casual y que también esconde una historia detrás: “Mi madre fue modista durante 60 años, y eso ha influido mucho en mi obra. Pero ahora mi madre tiene 91 años y está muy delicada. Esa situación me produce mucha tristeza, pero ella me anima a pintar porque sabe que es mi pasión. Yo tengo la necesidad de hacerle caso y continuar pintando y, al mismo tiempo, de seguir dándole importancia al mundo de la moda en mis cuadros. Por eso no cabe otro título para la exposición que ‘A mi madre’, porque sin su generosidad yo no podría tener tiempo para pintar”, añade Teresa, que también ha querido incluir un cuadro en homenaje a su padre en la muestra. “Él murió hace muchos años, pero, sin duda, también dejó su huella en mí”, afirma.
La mayor parte de los óleos de la colección son retratos, una disciplina por la que Teresa siente especial predilección. “El retrato es una escuela que te obliga mucho a esforzarte, a sacarle el alma a esa persona. Es la disciplina más difícil, sin duda. Y, dentro del retrato, los ojos. Si los ojos no están bien, el retrato no vale, aunque lo demás lo claves. Los ojos son lo más importante, lo demás lo podrías salvar si los ojos están bien, pero los ojos son fundamentales, porque son el banderín de enganche con el espectador”, explica Teresa, que afirma que necesita formarse una historia para cada cuadro. “Cuando pinto un cuadro, me tengo que montar una historia dentro de mi cabeza. Cuando la obra es un encargo es fácil, porque puedo hacer mía la historia y la pasión de la persona que me está encargando que pinte una determinada cosa. Pero cuando no lo es, me invento una historia propia, porque yo necesito creerme lo que estoy creando”.
Teresa lleva pintando desde los 25 años, aunque sus estudios estuvieron asociados al dibujo técnico. “Mi padre fue alcalde de Gelsa, y un día vino a casa un pintor que quería dar clases en el pueblo. Él me lo presentó. Yo por entonces ya había terminado dibujo técnico y me apunté al curso. Y fue como si me descorrieran una cortina. Se me abrió un mundo que yo no había imaginado. Descubrí que era eso lo que quería hacer, y mi familia me animó a intentarlo. Pronto empecé a tener retratos de encargo y ya no he parado. Jesús fue imprescindible para mis fundamentos artísticos, aunque también tengo una gran vocación autodidacta”, explica Teresa refiriéndose al pintor zaragozano Jesús García Nogueras -Garnó’-, junto al que comenzó su carrera.
En los últimos años, Teresa ha añadido la docencia a su quehacer diario. Tanto es así, que en estos momentos imparte clases de arte en Pina, Quinto, Gelsa y Sástago. “Estoy muy agradecida de que confíen en mí. La docencia me gusta mucho, aunque es otro mundo, porque hay que saberlo contar y crear pasión. Sobre todo con los niños, porque es más difícil mantener su atención y motivarlos. Pero estoy encantada; en Quinto, por ejemplo, tengo 46 niños y niñas repartidos en cuatro grupos. Y no hay nada más gratificante que cuando me dicen que no quieren que se acabe la clase. Enseño como me gustaría que me hubieran enseñado a mí a su edad”, afirma Teresa, que se define a sí misma como “constante, vocacional y disciplinada”. “Hay que pintar cuando se está bien, pero también cuando se está mal, porque de todos los estados de ánimo hay un jugo que sacar, y todo se plasma en el cuadro”.
La exposición que se pudo ver en Pina hasta el 9 de octubre recalará en Quinto en próximas fechas (aún por concretar). “Es una muestra que está pensada para que se pueda ir moviendo”, comenta.
Aún así, y a pesar de que es seguro que a la muestra le queda mucho recorrido y muchos espectadores por sorprender, Teresa y su imparable deseo de contar emociones con el pincel ya han comenzado a pensar en su siguiente colección.