Y la comarca se volvió a partir en dos

Cuando desde un despacho de Zaragoza, alguien (ya sea un responsable político, un secretario-interventor, o cualquier persona con capacidad y poder de decisión) se niega a acondicionar dos caminos que servirían para hacer más fácil el día a día de más de 8000 personas y alude para ello motivos económicos y de seguridad, debería quedar inhabilitado para volver a pronunciar la palabra ‘despoblación’ o la manida expresión ‘vertebración territorial’.
No se trata de calderilla, es cierto, porque arreglar de verdad esos dos caminos que le quitarían algo de dramatismo al corte del puente sobre la vía supondría invertir unos 400.000 euros, una cantidad -y eso a nadie se le escapa- que supone un esfuerzo económico importante que las instituciones locales no pueden asumir, y que desde el Gobierno de Aragón no ven posible financiar, al no ser un gasto presupuestado y no contar con el visto bueno de Intervención. Un personal -el de Intervención- que sí accedió al arreglo de estos mismos caminos en el 2004, cuando se cortó durante cuatro meses y se derribó una parte de este mismo puente por la aparición de un enorme socavón en la calzada.
El porqué lo que hace 17 años era posible ahora es inviable es algo que no voy a poder explicar porque escapa a mi comprensión, así que solo me queda pedir. Pedir a todas aquellas personas que tienen responsabilidades políticas que no abandonen a sus alcaldes y alcaldesas, que no los dejen poniendo a ellos la cara “a las duras” para venir a hacerse fotos “a las maduras”.
Somos una comarca pequeña con malas carreteras y muchos puentes. Es indudable que nuestras vías de conexión, al igual que las de otros muchos sitios de Aragón, podrían ser mucho mejores, pero también es cierto que las infraestructuras no son indemnes ni al paso del tiempo ni al del tráfico pesado, y que tenemos muchas más posibilidades de que se nos rompan los puentes aquí que en cualquier otro territorio que no esté atravesado de parte a parte por un gran río.
En definitiva, nadie es responsable único de que las infraestructuras tengan percances y de que solucionarlos -aunque se haga con la mayor celeridad posible- necesite de un proceso y de un tiempo, pero sí que Gobierno de Aragón, Diputación Provincial o ambos deberían responsabilizarse de cómo buscar la mejor solución provisional para minimizar los problemas que el corte de esa infraestructura provoca.
Porque, por poner un ejemplo, que la distancia que separa Quinto con Gelsa pase de 5 a 42 kilómetros ocasiona verdaderos trastornos para toda la población, y supone que estudiantes, trabajadores y transportistas tengan que dar unos rodeos inasumibles en muchos casos (con los consiguientes gastos en combustible, laborales y vitales). Por no hablar de servicios de urgencias, o de ambulancia, o de bomberos, que no podrán desarrollar su labor (salvan vidas, no nos olvidemos) de manera tan eficiente y eficaz al no haber una alternativa real que no esté exenta de dificultades. Y así con todas las situaciones que uno pueda imaginar. Todas esas situaciones que desde Zaragoza no se ven o no se quieren ver. Y ya se sabe, lo que no se ve, no existe.
Así que, como decía, solo nos queda pedir. Pero no de cualquier manera. Pedir desde la unidad y desde el conocimiento de la realidad. Pedir siendo conscientes de que todos y todas en esta comarca estamos en el mismo barco. Es hora de unidad, de aportar y de remar en una única dirección, dejando de lado el activismo victimista de salón que dispara ‘sin ton ni son’ y que siempre busca culpables, pero nunca aporta soluciones.
Esther Aniento. Periodista. Coordinadora de Zafarache
Foto: Susana Tolosana