El divorcio de los mayores

El divorcio de los mayores o personas de cierta edad ha sido llamado como divorcio gris en clara similitud metafórica al cabello de este colectivo.
La aparición de este fenómeno sociológico relativamente nuevo ha despertado el interés creciente de los medios de comunicación, que cada vez con más frecuencia hacen referencia al mismo, habiéndose llegado a afirmar que el fenómeno se ha multiplicado de forma sustancial.
Normalmente, se aplica este concepto a parejas de más de 55 años que han estado unidas matrimonialmente durante un largo periodo.
Las estadísticas actuales demuestran que este tipo de crisis ha aumentado muy rápidamente pudiéndose afirmar que se ha llegado a duplicar el número en los últimos 10 años.
Generalmente, se trata de parejas que han estado casadas por más de 25 años y en más de la mitad de los casos, es el primer matrimonio de ambos.
Hay varios factores diferentes que pueden ayudar a explicar este fenómeno de crecimiento de los divorcios de parejas mayores, como pueden ser el cambio en las normas sociales, la esperanza de vida que ha aumentado y una gran variedad de cuestiones financieras, personales y sociales que parecen haber interferido en la situación de estos matrimonios.
Todo lo anterior ha llevado a una nueva corriente social opuesta a la existente hasta hace unos pocos años, en que era muy infrecuente que las personas mayores de 60 años decidiesen poner fin a su matrimonio y que superada la barrera de los 55 años se pudiese romper una relación matrimonial que había durado 25 o 30 años.
Para algunos, la causa de estos divorcios de personas mayores son el abandono del hogar familiar por parte de los hijos que se establecen de forma autónoma, como comentan desde aa-abogados.com, lo que da vía libre para romper el matrimonio si su relación hasta esos momentos no había sido buena, al no sentir obligación de permanecer el resto de sus vidas unidos a otra persona con la que no están a gusto, siendo para muchos de ellos una liberación.
Aunque el divorcio a estas edades es una situación traumática, la ruptura del vínculo afectivo suele ser un paso trascendente que en la mayoría de las ocasiones es tomado por las mujeres, las cuales no están dispuestas a soportar una convivencia que no toleran y que se les hace insoportable.
Cuando la quiebra traumática se produce, suele aparecer la soledad, de la que no se era consciente con anterioridad y solo a partir de la separación se percibe la dependencia emocional que se tenía con el otro cónyuge.
El proceso de duelo suele durar aproximadamente entre 6 meses y 1 año y es a partir de este momento cuando se reconoce que el paso era inevitable y que no debe ser considerada su situación como un fracaso personal.
¿CÓMO REPERCUTE EN LOS HIJOS?
Aunque estos suelen ser mayores de edad y superan los 30 años, con frecuencia se entrometen en la vida personal de los padres y toman partido por uno de ellos, lo cual no deja de ser un obstáculo a las buenas relaciones familiares.
En algunos casos la ruptura modifica la relación existente por los lazos que se habían establecido durante la larga trayectoria del matrimonio.
Sin embargo, si la relación no era buena, la quiebra matrimonial se percibe como una liberación en la que sus padres ya no les involucrarán en su peculiar pugna de pareja.
En otros casos, los hijos proclamarán su enfado con los progenitores llegándose a culpar de no haber hecho lo necesario para evitarlo y experimentar una percepción de abandono por entender que ya no se les tiene en cuenta.
En algunas situaciones, la comunicación de padres e hijos se verá muy debilitada, aunque más tarde se restablezca, dándose el caso de que si uno de los mayores rehace su vida con otra pareja, en algunas ocasiones pueda ser mal vista por éstos últimos.
En estos casos, la norma de actuación de los hijos debería ser la prudencia, ayudando a los padres a superar el conflicto adoptando una línea de actuación común en relación con sus padres.
Es evidente que cuando haya situaciones de violencia o abuso manifiesto entre los mayores, los hijos deberán poner tope a las mismas que no solamente trasgreden la legalidad, sino que afectan a la dignidad de la persona que las sufre.